50 años de fotografía portuguesa en Valladolid

La Sala Municipal de Exposiciones San Benito de Valladolid ofrece hasta el 1 de mayo, la exposición Tengo tanto sentimiento…50 años de fotografía portuguesa, formada por cerca de un centenar de obras seleccionadas entre la mejor fotografía portuguesa de los últimos 50 años.

La muestra, que se presenta por primera vez en España, incluye obras de Helena Almeida, Castello-Lopes, Jorge Guerra, Nuno Maya, Jorge Molder o Sena da Silva, entre otros, que pertenecen a los fondos de Foto Colectania, la Fundación PLMJ de Lisboa y a otros coleccionistas portugueses.

La fotografía portuguesa está plagada de calidad, creatividad y arrojo que esta muestra quiere reconocer. Para esta selección, se ha tenido en cuenta las particularidades, complementariedades y referencias de cada unos de los fotógrafos que aparecen en la muestra: algunos  de ellos siguen trayectorias más bien documentales y otros mantienen una visión más personal; por otro lado, en la selección aparecen fotógrafos que conviven en la misma época, y otros que comparten ideas a través del tiempo. En algunos casos se reúne una selección extensa de varios trabajos, lo que permite realizar un recorrido por su obra; en otros casos, se ha optado por unas pocas imágenes singulares y emblemáticas del artista. Como un todo, la muestra ofrece un conjunto coherente y representativo de la fotografía contemporánea portuguesa que, al igual que en el poema de Pessoa que da título a la exposición, se intercala entre el sentimiento y el pensamiento de la razón.

Así, la muestra comienza con los grandes clásicos de los años 50 que, en la tradición humanista de la posguerra, nos muestra la vida de las calles de Lisboa; entre los autores seleccionados destacan Gerard Castello-Lopes, António Sena da Silva, y posteriormente, la melancolía lisboeta de los años 60 de Jorge Guerra. Esta generación convirtió la calle en punto de partida, enseñándonos Portugal (del mismo modo que lo han hecho algunos autores en España o Italia), a través de su  cotidianeidad, en lo que constituye una búsqueda de los elementos  más comunes y al mismo tiempo más particulares. Es el caso también del trabajo que realizaron sobre la ciudad Victor Palla y Costa Martins que se recogió en el libro por antonomasia de la fotografía en Portugal titulado «Lisboa, Cidade Triste e Alegre», que recientemente, ha sido distinguido entre los libros más importantes de la historia de la fotografía universal.

Una mención aparte sería la influencia surrealista y la libertad en la lectura de lo real de la obra de Fernando Lemos. Apasionado por naturaleza, Lemos experimenta el proceso fotográfico como un puzzle del inconsciente, ya sea en los retratos que hizo de sus compañeros del grupo surrealista, o bien en los escenarios construidos que hace para sus composiciones.

Ya  en las décadas de los 70 y 80, vemos como esa visión se entrecruza con una lectura más abstracta del universo. Es el caso de la obra de Jorge Molder en cuyas series predominan escenarios solitarios y tenebrosos que con el paso del tiempo se encaminan hacia personajes y elementos cada vez más depurados. En el caso de Helena Almeida sus obras se nos presentan desde los años 70 en relación a lo abstracto y a la interacción con la línea y la mancha pictórica, todo ello relatado a través de la performance de su cuerpo en la superficie y el espacio.

De finales de los 80 e inicios de los 90, observamos un regreso a las escenas de calle, ya sea en los viajes de Paulo Nozolino que nos aportan el contraste del paisaje urbano y humano (en el caso de esta exposición, del norte de África), o en la mirada intensa pero discreta de António Júlio Duarte en sus viajes al Oriente y a través de Europa. En acentuado contraste podremos ver en la misma época la obra de  Augusto Alves da Silva, donde la mirada frontal y desapasionada nos enseña en este caso el frio y aislado paisaje de Islandia. A esta década, tenemos que añadir también el trabajo de José Luis Neto que, con sus “no-retratos” de prisioneros, cuestiona el medio fotográfico así como nuestra forma de percibir; o una obra representativa de Daniel Blaufuks que aun siendo una fotografía más reciente, se enmarca en lo que sería su serie de retratos, donde la pausa y el silencio de los personajes nos enseñan la soledad propia de una época de comunicación virtual.

Completan esta selección algunos autores emergentes que, con trabajos realizados ya en el siglo XXI, tienen en común la presencia humana en sus representaciones aunque, eso sí, desde puntos de vista muy distintos. Entre estos destaca Nuno Maya que explora la vida y los comportamientos sociales en lugares públicos, aislando sus figuras del contexto que las envuelve. Inmersos en la bruma de una época lejana se nos revelan los personajes de Rita Magalhães, brevemente descritos, pero dejándonos siempre pendientes de lo que les va a suceder. De la misma forma, los retratos de Catarina Botelho nos presentan a las personas más próximas a su entorno, representadas en gestos cotidianos que nos mantienen en el suspenso de la poesía de las pequeñas acciones banales.

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