Islandia. Fria mirada de Mellado a un territorio helado

 

Iceberg

La exposición ofrece al público quince obras inéditas y simultáneamente tendrá lugar la presentación del nuevo libro donde el artista recopila las mejores imágenes de estas series, acompañado de textos de Miguel Fernández Cid. A continuación reproducimos el texto de Manuel Santos para la exposición

José María Mellado: Islandia o la Caligrafía de la Naturaleza

por Manuel Santos

Hace ya tiempo que José María Mellado ha dado la vuelta a la temática de sus fotografías, más claramente si cabe en el trabajo que ahora presenta sobre Islandia. Si antes mostraba lo implacable que es el Hombre con la Naturaleza, ahora se adentra en territorios donde la Naturaleza recuerda su poder y obliga al Hombre a reconocerlo y convivir en armonía con ella.

En sus series anteriores sobre industrias y ciudades, la presencia humana era angustiosamente densa. Las construcciones fabriles y arquitectónicas conformaban retículas que se extendían por toda la imagen fotográfica. Paradójicamente, resultaba complejo para el ojo del espectador ver una salida formal, e incluso ética, para algunas de sus fotografías, como evidencia aquella tomada en la terminal del aeropuerto Charles de Gaulle de París. Había un cierto mensaje de desesperanza implícito en muchas de sus obras de aquel período. Incluso a un texto que escribí acerca de aquellas fotografías le puse un título muy autoexplicativo: Sobre pisadas que anuncian el desastre.

Sin embargo, en Escocia primero e Islandia después, Mellado apunta a lo insignificante que es el Hombre frente a la Naturaleza. Así recoge con su cámara espacios donde los glaciares se extienden con la fuerza de los gigantes dormidos, donde los géiseres construyen formas acuáticas inmensas frente a las hileras de casas cercanas. Las construcciones humanas no se aprecian como desafío sino casi juguetes en manos de un duro entorno. Islandia es un país donde lo orgánico intenta subsistir, aflorar entre el poderío de lo inorgánico, del reino de lo mineral y la omnipresencia de una metereología inflexible. Glaciares, ríos y geiseres roturan y moldean a su antojo los límites de la flora y fauna, incluso de hasta donde puede llegar el hombre sin aventurarse en problemas.

Unos lugares al límite de lo habitable, o incluso fuera de él, constituyen el punto de partida para esta serie. En un texto anterior mencionaba el interés de Mellado por atrapar el fluir del tiempo en sus fotografías.

“[…]el tiempo parece introducirse agazapado entre las fotografías de manera muy sutil, a través del movimiento fluido de las nubes, del balanceo de un vestido que lo delata, de los vapores que parecen hacer respirar al paisaje. Por medio de tiempos de exposición más prolongados, los colores cambian y las formas empiezan a perder sus límites, para sumergir aún más al espectador en la fantasía personal de este fotógrafo”.

Ahora son los espacios sin límites de la naturaleza los que fluyen en sus fotografías. Nubes, agua, ríos y géiseres, pero también los prados, y hasta las montañas, surgen etéreos, disolviéndose, casi sin peso aparente, frente a las masas industriales de series anteriores. Antes lo construido se imponía, ahora el vacío, la ausencia domina en las imágenes. Para acentuar el contraste, la luz es pesada y densa; una penumbra permanente donde las escasas sombras se adhieren al paisaje con fuerza, remarcando los extremos contrastes de esta tierra singular.

A ello ayuda la combinación de visión artística y maestría técnica de este gran fotógrafo, siempre interesado por nuevas aproximaciones al color. Mellado investiga aquí una paleta digna de Pierre Soulages, el artista francés considerado el pintor del color negro: cielos plomizos, grises volcánicos (orilla con valla 11002, páramo y sucesión de colinas 11107), nubes acechantes, presagios de la convivencia con la erupción y el poder de la tierra siempre presentes. Hasta llegar al color mínimo, casi a fotografías en blanco y negro (carretera con niebla, redes cubriendo aparejos de pesca, carretera entre montañas volcánicas y lago). Incluso investigando y poniendo en valor a los puntos negros de suciedad en el sensor digital de su cámara (“Llegando a tierra”).

Y entre esos puntos y trazos, siempre el vacío como contraforma, como espacio clave para destacarlos. Huecos y vacíos entre zonas del paisaje separan planos al igual que en los rollos de pintura china de paisajes. Los grises y otros colores desvaídos logran ese efecto pero también añaden una atmósfera donde todo es incierto, todo está sujeto a cambio. Aquí el fotógrafo se ha interesado por unos lugares para la meditación, para la reflexión sobre el eterno fluir de la Naturaleza; frente a los lugares para la desesperación y el enclaustramiento de series anteriores.

Fotografías que son también fruto de la meditación interior, tanto como de la información capturada por el sensor. Escenas recreadas en el ordenador a partir de esa imagen interiorizada por el fotógrafo. Pues a pesar de que su cámara parezca reproducir un paisaje, en verdad no hace más que darle la materia prima para moldear la realidad a su antojo, para destacar la sorprendente caligrafía de la Naturaleza. Lo volcánico nos renueva la sensación de lo Sublime, del poder de la Naturaleza, de su capacidad inmensa para moldear y renovar el paisaje. Mellado eligiendo Islandia como tema y gracias a su capacidad para dotar de lirismo a la fotografía digital, nos recuerda cómo la Belleza y lo Sublime, a veces, pueden conjugarse.

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