Los premios World Press photo traen un torrente de buen fotoperiodismo

El interés humano, el esfuerzo extremos del deporte, las catástrofes… pero sobre todo el valor del reporterismo al pie de la actualidad captando el hecho singular y efímero, han ganado la edición de este año del World Press Photo cuyo ganador absoluto ha sido el reportero Burhan Ozbilici con una imagen que retrata al policía turco Mevlüt Mert, pistola en mano, segundos después de asesinar al embajador ruso en Turquía, Andréi Kárlov.

La fotografía, dura de ver por la violencia que simboliza, recuerda el peligro del terrorismo en el mundo actual, concretamente el fenómeno de los “lobos solitarios” que, sin casi apoyo exterior, pueden cometer atentados de graves consecuencias.

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El presidente del concurso, Stuart Franklin, reconoció “el coraje del fotógrafo para estar allí y sacar una serie de imágenes a pesar de todo lo que estaba pasando”, dijo en la conferencia de prensa en la que se anunciaron los ganadores. En total se presentaron más de 80.400 imágenes al concurso.

La fotografía ganadora “es lo que es, un asesinato premeditado en una conferencia de prensa que se celebra en una sala de exposiciones”, remarcó Franklin.

No obstante, el presidente del certamen reconoció en declaraciones a Efe que le causa dudas morales el hecho de “poner en un pedestal” una imagen así, ya que podría “amplificar la voz del terrorista, que es lo que él precisamente quiere: publicidad”.

De hecho, reconoció que no estuvo de acuerdo al cien por cien con la decisión del jurado, pero que esta se tomó de forma mayoritaria.

Por otro lado, el director de World Press Photo, Lars Boering, dijo que la instantánea ganadora está hecha “en unas circunstancias aterradoras en las que el reportero arriesgó su vida”, pero rechazó que, con este premio, su organización promueva solamente las acciones heroicas por parte de los fotógrafos.

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Otra imagen premiada fue una del estadounidense Jonathan Bachman en la que una mujer negra estadounidense, ataviada con un vestido de verano durante una manifestación, se erige de forma tranquila frente a los Policías antidisturbios que se le acercan de forma amenazante. “Para mí representa la fuerza de la protesta no violenta”, precisó Franklin.

Una serie de imágenes del canadiense Amber Brackern, que retrata el conflicto de una tribu Sioux con las autoridades estadounidenses por la construcción de un oleoducto que atraviesa su territorio, ganó en la categoría “Historias de asuntos contemporáneos”.

Boering señaló en una entrevista con Efe que actualmente “se dedica mucho dinero a la imagen, quizás más que nunca, pero no necesariamente se gasta en fotógrafos”, sino por ejemplo en reporteros “que también son capaces de grabar vídeo”.

“Quizás los fotógrafos deberían pasar más tiempo cubriendo sus historias, pero más tiempo a menudo significa gastar más dinero” dijo Boering, quien apuntó que las historias que se preparan a largo plazo “se notan, porque es evidente cuando los profesionales han conseguido finalmente las imágenes que buscaban”.

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El director de World Press Photo puso como ejemplo de esto la serie de imágenes de Lalo de Almeida sobre el virus del zika en Brasil, que se llevaron el segundo premio en la categoría de “Historias de asuntos contemporáneos”.

Los niños de las imágenes salen retratados en blanco y negro, con sus madres y en diferentes situaciones, como en una consulta médica, recibiendo una ducha o tomando un biberón.

“Para mí es siempre una cuestión delicada. ¿Cómo retratar enfermedades? Esta serie particularmente lo hace de una forma muy amable”, explicó Boering, porque Almeida consigue su objetivo “sin centrarse en imágenes excesivamente dramáticas”.

La crisis de los refugiados se reflejó en algunos de las imágenes premiadas, pero no tanto como el año pasado, evento en el que “fue la absoluta protagonista”, dijo Boering.

Un galardonado por una foto de este tipo fue el español Santi Palacios, que se hizo con el segundo premio en la categoría “Noticias generales” con “Dejados a solas”, una desoladora imagen de dos hermanos nigerianos, de 11 años y 10 años, en un bote en medio del mar Mediterráneo y ataviados con chalecos salvavidas.

La instantánea es un plano medio y tomado a la misma altura que los chicos. La niña llora desconsolada y mira hacia el cielo, mientras que su hermano, también con lágrimas en los ojos, la intenta consolar con un brazo sobre su hombro. Según el testimonio de la menor, su madre había muerto en Libia en su trayecto hacia Europa.

Desde este enlace se pueden ver los premios de todas las categorías: Galería World Press Photo 2017

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